SUEÑO O REALIDAD (La Habitación)



SUEÑO O REALIDAD

I

Cuánto daría por quedarme dormido al menos un par de minutos…Un sinfín de pensamientos y voces invaden mi cabeza. Me atormentan. Luchan por convencerme de realidades que desafían lógica, tiempo y sentido común. Estos pensamientos y voces sobrepasan los saberes de la psiquiatría. Mi realidad va más allá de todo entendimiento.


Ya son varias noches sin dormir, tantas que ya perdí la cuenta. Llegado el crepúsculo me la paso dando vueltas  y vueltas en la cama, acompañado de esas dulces y amargas voces que habitan en mi cabeza. Todas las noches las escucho entre mis sábanas y cobertores; incluso hay momentos en que las voces se combinan con las más tristes melodías, melodías que salen de una vieja radio a la que le dediqué con afán varios días y noches para restaurar. Es una de las pocas cosas especiales que queda en mi habitación - ¿Habitación? -  Si es que le puede llamar así; por el maldito insomnio no disfruto de ella, según los entendidos de la Salud mental, ese mal padezco. Dudo que ese sea mi caso. Siento que estas voces vienen de más allá.

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Dejo mi ritual nocturno, vueltas en la cama. Estoy inmóvil.  Y, mis ojos se fijan detenidamente en un rayo de luz, este se filtra por los pliegues de una cortina color carmesí, mal instalada sobre la ventana de vidrios flotados. – No sé por qué lo observo – es una necesidad en mis noches. Me hipnotiza.

Ahora, la radio toma su turno. Sintoniza una canción, hoy es especial. – Es distinta, no es la misma de anoche, ni de antes de anoche – Eso medito.  Adquirí ese artefacto en una casa de antigüedades, estaba llena de abolladuras y suciedad en sus rincones. Me animé a comprar porque le faltaba su perilla niveladora de volumen y ya comenzaba a desaparecer su cinta que marca las frecuencias radiales, decidí devolverla a la vida. Y, así fue.  Desde que empezó la melodía desempolvo viejos recuerdos. Me  transporta.  Veo a mis padres cantando al compás de la pieza musical.  Escucho la melodía, pero no distingo sus voces. Quizás no recuerdo como suenan. Hace años que no los escucho. Años que dejaron este plano existencial;  quedándome muy  joven para recordar y olvidar a la vez. Quiero saber más de esta canción. Estoy ansioso e intrigado, así que busco mi celular. Lo tengo al fin y abro la “app” para reconocer canciones.  Acerco el móvil a la radio, pero de un momento a otro la estación queda en silencio. Un hondo silencio.

Camino sin darme cuenta hacia la cama, dejo caer el celular sobre las sábanas. Sorprendido. - ¿qué pasó? - Busco respuestas. – Tal vez, es un corte eléctrico. - Vuelvo acostarme. Observo el rayo de luz por la ventana, proviene de un poste de alumbrado público. - No fue un apagón – me levanto curioso. El silencio se rompe. Se escucha un dial navegar, de frecuencia en frecuencia. - ¡Maldita antena! Hasta cuan… – antes de terminar la frase,  una voz me interrumpe. – Son las tres y siete minutos – es una niña, su voz se filtra a través de la radio. La escucho reír, tiene una carcajada perturbadora.


Desconcertado. Llevo la vista al despertador, que se encuentra en mi pequeña  mesa de noche, ubicada al lado izquierdo de la cama, de apenas dos cajones marrones y que carga mi lámpara de luz tenue. Confirmo su anuncio. - Es cierto, ¿qué sucede? - No lo sé, pero prometo  averiguarlo. 

Continuará...

Autor:
Tomás Falla Umbo
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