SECRETOS



SECRETOS


RESTOS DE SU PERFUME

Algunos grados bajo cero sobre la melancólica ciudad me mantienen oculto dentro de un abrigo oscuro con capucha, casi inmóvil permanezco parado frente a la parada de autobús donde tomaré el colectivo que me ha de llevar a mi destino. No tarda en llegar, casi abarrotado provocando que a empujones logre hacerme de un espacio dentro de él. Con libro en mano me preparo para hacer de este trayecto algo diferente. Durante el viaje rostros aparecen y desaparecen con el avistamiento de una nueva parada de autobús. Trato de concentrarme en la lectura, pero algo me distrae.  Soy abordado por una extraña sensación, muy parecida a la que se suele tener cuando percibes que alguien te está mirando, aunque esta es más fuerte de lo normal, no puedo describirla de otra forma.

Gradualmente levanto la mirada hasta encontrarme con unos ojos almendrados extremadamente hermosos, que frenándome me preguntan ¿quién eres? Su mirada intensa no se conforma solo con dejarme inmóvil y sin palabras; ella desea mucho más, lo sé porque mi corazón se desespera y golpea fortísimo contra mi pecho, tal como lo haría un hombre que huyendo de la muerte se ensaña con una puerta que jamás podrá abrir. Poco a poco le siento escudriñarme a profundidad, tanto que ahora hasta mis más recónditos secretos le pertenecen, esos que jure no contarle a nadie.

Por un momento me parece ver sus pupilas dilatarse ofreciéndome la oportunidad de observarla a detalle. Una joven bellísima de no más de 19 años está frente a mí. Lleva unos auriculares de diadema rojos que combinan a la perfección con el amaranto de sus labios y la excelsa piel de porcelana que posee. La veo guardar un libro en su mochila, de la cual me atrae su colgante de turmalina. Se recoge el cabello, se arregla la bufanda, toma la mochila, se levanta del asiento y despacio avanza tomándose de las barras verticales del bus. Llega hasta el timbre, me sonríe al mismo tiempo que sus ojos me dicen: Tranquilo, tus secretos están a salvo conmigo. El autobús se detiene una cuadra más adelante, se abre la puerta y ella desciende dejándome una memoria atormentada a causa de una confusión emocional, que es necesario resolver sin demora.

Ya en la acera observo el reloj en mi muñeca y empiezo a contar 15, 14, 13… 15 segundos de ventaja. Vuelvo a observarla y veo que se pierde al doblar una esquina adyacente. Olfateo el aire encontrándome con su perfume, empiezo a seguirle el rastro. Al rato su aroma se hace más intenso; sigo avanzando, mientras que me pregunto: ¿Qué le pasa? ¿por qué no huye? Entre callejones y angostas calles logro encontrarla, está frente al umbral de una puerta luchando por abrir un paraguas. En milésimas de segundo estoy sobre ella, de inmediato comprende que es muy tarde para una reacción de su parte, pero aun así me regala una última sonrisa. Emocionado acaricio cada detalle de su rostro y de su cuello desgarrado me llevo lo último de su perfume, antes de que la intensa lluvia termine por arrebatármelo.

LOS SECRETOS NO FUERON HECHOS PARA SER COMPARTIDOS

Son mis últimas palabras, mientras me deleito en ver como la hermosa pelirroja se desvanece sobre una fría acera que lentamente va tomando un color carmesí.


FIN


Autor: Tomás Falla Umbo

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