GUARDIÁN (Silencio)



GUARDIÁN

II

Corremos incansables bajo la lluvia y cada tanto nos refugiamos bajo algún árbol para recuperar el aliento. La lluvia y los vientos hacen difícil el regreso a casa. La temperatura ha disminuido drásticamente, así que cada vez que tomamos un descanso me aferro a papá y él a mí para conservar el poco calor que nos queda. Mamá debe de estar preocupada, Guardián. Sigamos…
-¡Ya puedo ver la casa, papá!- Ladro mientras seguimos avanzando bajo la inclemente lluvia y un cielo que ruge furioso. - Ya falta poco, ¡ves! puedo ver a tu mamá en la ventana esperándonos, dile que abra la puerta…-  -¡Mamá, abre la puerta!- Ladro. Se abre la puerta. La felicidad y el calor de mamá nos envuelven en un abrazo. Luego, la sorprendo al sacudirme llenándola de agua y de lodo; ella sonríe y nos lleva a la cocina para seguir entrando en calor junto al fuego, mientras nos cuenta como tuvo que lidiar con los animales para resguardarlos de la lluvia. Al poco rato nos dice -papá y tú necesitan un baño, así que ¡andando! Ya tengo todo preparado para ustedes.- Sin rechistar obedecemos.
Estamos secos, limpios y calientitos, nos disponemos a disfrutar de una deliciosa comida preparada por mamá; mientras que, papá le cuenta nuestra aventura de hoy. Después de eso mamá va a la cocina por más combustible para las lámparas; mientras que, papá se dispone a revisar lo encontrado. Desenvuelve el poncho y observa.  Me acerco y hago lo mismo. Mira, ¿qué te parece? Observo y olfateo aquel trozo de madera tallado con la figura de lo que parece ser un personaje demoniaco. Al limpiarle la suciedad advierto que tiene algo en la boca. -¡Sangre! Estoy segurísimo que es sangre- A pesar de la antigüedad, el color característico de esta se ha impregnado en ella. Mi padre está más que contento con su hallazgo.
¡María! ven a ver lo que encontré…
Mamá se acerca, lo ve y dice:
-          Está tan feo que hasta miedo da.  Creo que no deberíamos tenerlo en la casa, mejor deshazte de él.
-          Feo, pues a mí me parece una pieza interesante. Es la primera vez que me hago de un hallazgo como este, ¿cómo crees que lo voy a botar?
Mi padre lo sumerge en agua caliente para quitarle la suciedad frotándolo con un viejo cepillo, al sacarlo del agua y mientras lo seca frotándolo en su poncho, advierto que un olor extraño se desprende de aquel objeto. Puedo olerlo, puedo sentirlo. Es un olor a rencor, venganza, resentimiento, es el olor a muerte advirtiéndome que mi familia está en peligro. Mi padre hace espacio en la repisa de la sala y coloca el demoniaco objeto junto con otros más que reposan inertes en la misma.
Al caer del crepúsculo cesó la lluvia, poco a poco las nubes se separaron abriéndole paso a la luz de la luna. Un silencio casi sepulcral ahondaba en la casa, los grillos, aves, ni demás animales se podían oír, a excepción de las gotas de lluvia que escurrían del techo para luego estrellarse sobre un charco en la entrada. ¿Por qué los animales han dejado de comunicarse? parece como si temieran ser escuchados.

Con el paso de las horas -y ya más entrada la noche-, la casa se tornó mucho más fría, mucho más oscura que de costumbre a pesar de las lámparas encendidas, en la cocina abrigados por el calor de las brasas mis padres hablaban e intercambian viejos recuerdos. Recuerdos que traen como consecuencia gratas sonrisas y, en algunos casos amargas lágrimas. Yo, sigo vigilante, revisando cada lugar de la casa buscando el rastro del olor a muerte que había desaparecido.

CONTINUARÁ...

Autor:
Tomás Falla Umbo
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