SUEÑO O REALIDAD
I
Cuánto daría por quedarme dormido al menos un par de minutos…Un sinfín
de pensamientos y voces invaden mi cabeza. Me atormentan. Luchan por
convencerme de realidades que desafían lógica, tiempo y sentido común. Estos
pensamientos y voces sobrepasan los saberes de la psiquiatría. Mi realidad va
más allá de todo entendimiento.
Ya son varias noches sin dormir, tantas
que ya perdí la cuenta. Llegado el crepúsculo me la paso dando vueltas y vueltas en la cama, acompañado de esas
dulces y amargas voces que habitan en mi cabeza. Todas las noches las escucho
entre mis sábanas y cobertores; incluso hay momentos en que las voces se
combinan con las más tristes melodías, melodías que salen de una vieja radio a la
que le dediqué con afán varios días y noches para restaurar. Es una de las
pocas cosas especiales que queda en mi habitación - ¿Habitación? - Si es que
le puede llamar así; por el maldito insomnio no disfruto de ella, según los
entendidos de la Salud mental, ese mal padezco. Dudo que ese sea mi caso. Siento
que estas voces vienen de más allá.
******
Dejo mi ritual nocturno, vueltas
en la cama. Estoy inmóvil. Y, mis ojos
se fijan detenidamente en un rayo de luz, este se filtra por los pliegues de
una cortina color carmesí, mal instalada sobre la ventana de vidrios flotados. – No sé por qué lo observo – es una
necesidad en mis noches. Me hipnotiza.
Ahora, la radio toma su turno.
Sintoniza una canción, hoy es especial. – Es
distinta, no es la misma de anoche, ni de antes de anoche – Eso medito. Adquirí ese artefacto en una casa de
antigüedades, estaba llena de abolladuras y suciedad en sus rincones. Me animé
a comprar porque le faltaba su perilla niveladora de volumen y ya comenzaba a
desaparecer su cinta que marca las frecuencias radiales, decidí devolverla a la
vida. Y, así fue. Desde que empezó la
melodía desempolvo viejos recuerdos. Me transporta.
Veo a mis padres cantando al compás de la pieza musical. Escucho la melodía, pero no distingo sus
voces. Quizás no recuerdo como suenan. Hace años que no los escucho. Años que
dejaron este plano existencial;
quedándome muy joven para
recordar y olvidar a la vez. Quiero saber más de esta canción. Estoy ansioso e
intrigado, así que busco mi celular. Lo tengo al fin y abro la “app” para
reconocer canciones. Acerco el móvil a
la radio, pero de un momento a otro la estación queda en silencio. Un hondo
silencio.
Camino sin darme cuenta hacia la
cama, dejo caer el celular sobre las sábanas. Sorprendido. - ¿qué pasó? - Busco respuestas. – Tal vez, es un corte eléctrico. - Vuelvo acostarme. Observo el
rayo de luz por la ventana, proviene de un poste de alumbrado público. - No fue un apagón – me levanto curioso.
El silencio se rompe. Se escucha un dial navegar, de frecuencia en frecuencia.
- ¡Maldita antena! Hasta cuan… – antes
de terminar la frase, una voz me
interrumpe. – Son las tres y siete minutos – es una niña, su voz se filtra a
través de la radio. La escucho reír, tiene una carcajada perturbadora.
Desconcertado. Llevo la vista al
despertador, que se encuentra en mi pequeña mesa de noche, ubicada al lado izquierdo de la
cama, de apenas dos cajones marrones y que carga mi lámpara de luz tenue. Confirmo
su anuncio. - Es cierto, ¿qué sucede? -
No lo sé, pero prometo averiguarlo.
Continuará...
Autor:
Tomás Falla Umbo
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